jueves, 3 de noviembre de 2016

Recuerdo

¿Por qué?, ¿a qué se deben estas ganas de martirizarte la mente? Que incapaz eres al momento de olvidar; el recuerdo te abraza, y lo bueno que fue te inunda cual diluvio que da paso a una cuaresma de minutos, donde un cumulo de emociones te avasallan -en forma de lágrimas- las cuencas de tus ojos. Buscas refugio en las palabras mientras las ideas constantes y desordenadas practican una suerte de orden bajo tu inútil mando. No logras más que recordar. Te rindes y te sumerges en momentos, sabores, olores, risas y miradas. Te preguntas mil veces ¿por qué? Y te das mil respuestas distintas, pero ninguna te apacigua.

¿Será que a la distancia le hace bien el suicidio? Te formas esa interrogante en tu psiquis y empieza aquel debate de moralidad que tanto te gusta. El fallo es a favor de la vida, del perdón, de la felicidad. La idea de un verdugo se aleja, dejando en su lugar una sonrisa, y vaya que sonrisa. Hay un intento de reproche interno, una vocecita que lanza dos interrogante al aire -¿hasta cuándo tanto optimismo?, ¿Por qué te permites dejar pasar tanto desamor?- Le respondes temeroso la primera – ¡Hasta que aguante!- y con un convencimiento idílico le contestas la segunda – imposible dejar que la oscuridad supere a la luz cuando esta, después de todo, siempre se hizo presente-.



Creyéndote airoso de esta justa medieval que se libró en tu interior, inhalas hasta que tus pulmones ya no dan más, te haces a la idea de que todo está bien, te dices a ti mismo <<ganaste la batalla>>; y con una sonrisa recuerdas que aún queda guerra, y vaya que te la gozas…




Que maneras extrañas tengo para recordar.



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