lunes, 28 de noviembre de 2016

Elegía del amor

¡Que gusto!. El confortable y tierno abrazo de la ilusión, la sonrisa inconsciente que genera la emoción de creer tener una linda certeza. Y es que eso basta ¿no?, solo una pequeña probada de felicidad, momentánea y fugaz, para que nos desboquemos sin importar nada hasta el punto de que, a menos de un suspiro, el amor nos invada. Pasamos a vivir en un eterno atardecer en la pradera, tan regocijante  y cómodo que le da una suerte de infinidad a esto; genera una idea tan idílica, viva y real que ¡wow! nos atrapa y nos llena, sin siquiera quererlo se vuelve tan necesario el encuentro que al saber que se dará, empiezas a ser feliz horas antes, y no quieres, estas queriendo, no amas, estas amando, y lo disfrutas ¡Y NO IMPORTA MAS NADA!.

Comienzas a generar detalles y momentos, propicias respuestas amorosas y nacen del sentir deseos de que en verdad eres capaz de fundirte en ella, y ella en ti. Se quedan atrás dudas, miedos y se comienza a saborear ese gustito que tiene el elixir de los amantes, ese adictivo polen de la rosa con espinas... Crecen, aprenden uno del otro y desean jamas dejar de conocerse, no perder la capacidad de asombro ni la inventiva, la necesaria razón de reinventarse a cada instante. Se fomenta esta envidiable amistad, se vuelven indispensables letras y gestos que, para aquellos que ven desde afuera, parecen tan solubles en la cotidianidad; pero para ti, para ella, para ustedes, es una bocanada de aire puro que energiza el sentir e impulsa el amor. 

Fomentemos esta idea, la de amar por instinto y no por obligación y desechemos deseos banales que a la postre solo entristecen nuestras almas y verán que en el claroscuro sendero de la soledad, encontrarán ese candil brillando entre la nada. 








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